jueves, 15 de noviembre de 2012


La tendencia ahora es tener sexo en lugares públicos


Una nueva modalidad de encuentros sexuales que crece a través de la convocatoria vía internet, denominada dogging, y que consiste en una práctica nacida en Inglaterra a principios de los 80 por la cual el goce se establece a partir de un encuentro furtivo, por lo general con alguien desconocido al que difícilmente se vuelva a ver, en la que los participantes mantienen relaciones en espacios públicos en el marco de una transgresión orientada a aumentar la adrenalina propia del sexo y que puede incluir desde la intervención activa o pasiva de otros actores y hasta la filmación de los acciones.

La tendencia en alza tiene entre sus adeptos a integrantes de la comunidad swinger que canalizaron sus impulsos encaminados al exhibicionismo con la posibilidad de dar rienda suelta al instinto en un lugar carente de toda intimidad como lo puede ser dentro o fuera de un auto, en un parque, un estacionamiento o el reducido ámbito del baño público de un establecimiento gastronómico.
En la Ciudad de Buenos Aires los estudiosos de este tipo de experiencias sexuales que se asocian también con las prácticas grupales sostienen que la zona de los bosques de Palermo, puntualmente El Rosedal, es hoy por hoy el lugar escogido para instrumentar el dogging que, como quedó dicho, ha cobrado un mayor impulso gracias a las redes sociales y algunas páginas web de avisos gratuitos en la que se hacen convocatorias e invitaciones para ser parte de la nueva movida que también tiene un importante número de cultores en España.
El “target” de público del dogging se centra en el segmento de ambos sexos que va entre los 25 años hasta los 40, sin que hasta ahora el seguimiento que se puede hacer a través de la internet permita detectar nichos de la modalidad entre adolescentes ni tampoco la extensión etárea de la propuesta a personas que estén por encima de los 50.

Apto para caretas
En El Rosedal, por ejemplo, el área donde se concretan los encuentros entre “doggadictos” como se los llama en España, está separada de la zona en la que operan los travestis por una división política espontánea que evita que uno y otros se molesten, aunque los preceptos del fenómeno dogging reconoce al exhibicionismo como un condimento esencial.
El periodista especializado en tendencia sexuales Daniel Braccamonte precisó a DIARIO POPULAR que “un 30 por ciento de los swingers quieren que se los vea en acción en los boliches a los que concurren y de ese porcentaje, un número menor elige la modalidad de dogging”.
Braccamonte, que es autor del libro “La rebelión de los Cuerpos”, considera que el dogging “puede entenderse entonces como una variante del fenómeno swinger que en este caso se traslada a lugares públicos”, vinculando también a personas “que no se conocen y que quieren tener cero compromiso por lo que generalmente, después de encontrase esa vez no se verán nunca más”.
“No se puede estimar si las manifestaciones que se conocen en torno de esa modalidad realmente significan un aumento de esa práctica o bien lo que se percibe ahora es producto de de la difusión lograda a través de las redes sociales que en todo caso pusieron en evidencia algo que ya existía”, aseveró el especialista.
Según Braccamonte, con internet “queda todo más a la vista” y remarcó que “que conocían casos de encuentros doggings que fueron filmados, como uno que recordaba haber visto en la red, donde circuló muy poco tiempo, en el que los protagonistas de la situación “utilizaban caretas





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Chikita